Como naciones indígenas de la Alta Amazonía, conocemos bien las consecuencias brutales de la energía fósil. Durante décadas, las compañías petroleras han hecho destrozos en la selva, empobreciendo a las comunidades y dejando un legado de devastación tóxica. Entre 2005 y 2022, según los registros oficiales, ocurrieron al menos 1.392 derrames de petróleo en la Amazonía ecuatoriana.
Mientras las petroleras han obtenido miles de millones de dólares en ganancias, prácticamente nada de esa riqueza ha beneficiado a las vidas de la gente en el área, que tiene las tasas más altas de pobreza, desigualdad y mortalidad infantil del país.
Contra la realidad de esta injusticia, nosotros en la Alianza Ceibo hemos desarrollado un enfoque audaz para abordar la pobreza energética en la Amazonía y al mismo tiempo dejar atrás la era de combustibles fósiles. Durante los últimos años, hemos instalado más de 120 sistemas solares por todos lados en cuatro naciones indígenas en la Amazonía.
Estos sistemas son conseguidos, instalados y mantenidos por nuestras propias comunidades, fortaleciendo en ellas su propia gobernanza y soberanía energética mediante el proceso. En la actualidad, el proyecto solar es liderado por un equipo técnico compuesto por jóvenes de las naciones Siekopai, A’i Cofán, Siona y Waorani.
Así lo explica Hernán Piaguaje, miembro fundamental del equipo, “Ya no necesitamos gente de afuera que haga este trabajo, puesto que nuestro pueblo tiene la capacidad y conocimiento para ello. Ya sabemos cómo instalar estos sistemas, y esta es una de las fortalezas que estamos promocionando aquí en la Alianza Ceibo”.
En la Alianza Ceibo trabajamos directamente para atender las necesidades de las comunidades, fortaleciendo sobre la marcha su resiliencia y las relaciones entre ellas. El priorizar la instalación solar viene en parte del reconocer que los combustibles fósiles generan relaciones de dependencia. Se tienen que pagar fortunas mensualmente a las petroleras o las compañías de servicios, y las comunidades quedan dependientes de una parrilla de energía externa. Las alzas en los precios y los apagones son comunes.
Más nuestro sistema descentralizado de energía renovable implica un modelo energético completamente diferente, con el liderazgo y la propiedad de las comunidades, y sincronizado con los ritmos de la naturaleza. Después de todo, ni el calor del sol ni la fuerza del viento tienen dueño.
Las comunidades asignan los sistemas solares con base en la necesidad, y no con base en quién puede permitirse pagarlos. Ya han sido instalados en los hogares de ancianos, casas de familia y en edificios comunales claves tales como escuelas y asociaciones de mujeres.
Como reflexiona la líder A’i Kofán Gladyz Vargas, “El sistema solar me llena de orgullo cuando veo la dicha de aquellos que se benefician de tener acceso a energía limpia en sus hogares. Ahora tienen luz cada noche sin contaminar el ambiente ni generar ruido. Ya pueden realizar labores nocturnas con seguridad y con la conciencia tranquila. Esto refuerza mi compromiso por buscar más apoyo para continuar promoviendo proyectos que beneficien a nuestras comunidades de manera directa y positiva”.
Ya se ven beneficios claros por todos lados en nuestras comunidades. Ahora la gente tiene más tiempo tras caer la noche, bajo una luz nocturna, para estar juntos o trabajar en artesanías y estudios. Los ancianos, especialmente los que han sufrido caídas, se sienten más seguros al subir escaleras y moverse por sus hogares. El dinero que antes se gastaba en generadores y suministros de petróleo se puede ahora reinvertir en la comunidad. La gente ya no tiene que soportar los humos contaminantes ni los fuertes ruidos que pueden espantar a los animales, haciendo más difíciles la caza y la pesca.
Según nuestra visión en la Alianza Ceibo, la energía solar puede ser una herramienta que apoye directamente la defensa de los territorios y culturas indígenas, especialmente al contribuir al trabajo de los guardias indígenas. Estos guardias patrullan nuestros territorios, vigilándolos de amenazas externas por parte de las petroleras, los mineros y los madereros.
Para vigilar de forma más efectiva sus territorios, los guardias indígenas usan dispositivos como teléfonos, drones y cámaras para documentar evidencia de actividad destructiva. Con patrullas que duran varios días, con frecuencia a los miembros de la patrulla se les agotan las baterías de sus equipos. En la actualidad, se han instalado ya varios paneles sobre los tejados de refugios remotos de los guardias indígenas, que les permiten recargar las baterías de sus equipos de vigilancia, y esto los posibilita para patrullar y cuidar sus territorios.
Reduciendo nuestra dependencia colectiva de los combustibles fósiles, al satisfacer las necesidades directas de nuestras comunidades y asegurarnos de controlar nuestro propio sistema de energía limpia, nuestro programa solar aspira a ser un ejemplo de la propia gobernanza y prosperidad indígenas.
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