Entre Cenizas y Esperanza: Los Incendios Amazónicos de Bolivia A Través De la Lente de Dos Jóvenes Comunicadores Indígenas

“La guerra y los incendios tienen elementos en común, no se sabe cuándo ni cómo comienzan, ni cómo es que van a terminar. Lo único cierto es que la sed del hombre y su ambición son chispa y combustible y están relacionados con su incomprensión y sus miedos para con la vida. Como toda guerra, el fuego solo nos trae tristeza, dolor y enfermedad.”

– Alcides V., activista de Chiquitanía, Amazonía boliviana, septiembre de 2019

Con sus cámaras listas, dos jóvenes fotógrafos y cineastas indígenas de la Amazonía ecuatoriana comenzaron un largo viaje hacia la Bolivia en medio de los incendios. Jimmy Piaguaje y Ribaldo Piaguaje se dirigían hacia la Chiquitanía, en las tierras bajas devastadas por el fuego de la región Sur Oriental de Santa Cruz.

La destrucción de millones de hectáreas de selva tropical en la Amazonía boliviana debido a los incendios es parte de una crisis global y un asalto a los recursos de la selva tropical amazónica, y las tierras y derechos de los pueblos indígenas. Entre mayo y septiembre de 2019, los titulares de los diarios del mundo se apoderaron de las imágenes apocalípticas de bosques en llamas en Bolivia, Brasil y Paraguay. La gran mayoría de los incendios fueron intencionales, alimentados por los cambios de políticas y las agendas de los gobiernos de la región que fomentan la deforestación y promueven los agronegocios y los intereses extractivos.

Hoy en día, los territorios indígenas de los bosques tropicales, ricos en recursos, están más amenazados que nunca por el acaparamiento de tierras, invasiones y violencia.

En este reportaje fotográfico único, los jóvenes indígenas Jimmy Piaguaje y Ribaldo Piaguaje, junto con los miembros del equipo de comunicaciones de nuestros socios a Amazon Frontlines, nos llevan en un viaje para investigar y experimentar los frentes de los incendios en la Amazonía boliviana y conocer a las comunidades afectadas, a través de sus ojos, perspectivas y recuerdos.

I Conozca a los comunicadores indígenas Jimmy y Ribaldo

«Queríamos escuchar las personas afectadas por los incendios”

Mi nombre es Jimmy Piaguaje soy indígena de la Nación Siekopai. Vivo en Ecuador en la Amazonía Norte. Me dedico a la producción audiovisual comunitaria y a través de los documentales y la fotografía, fortalecemos la memoria oral de nuestro pueblo. Nuestro territorio desde hace más de cincuenta años ha sido asediado por la producción de palma africana, empresas petroleras y construcción de carreteras.

Jimmy Piaguaje en el bosque quemado de la comunidad Santa Cruz, Chiquitanía

Soy indígena amazónico de la Nación Siekopai, mi nombre es Ribaldo Piaguaje, me apasiona la fotografía, el video y la edición audiovisual. Me gusta contar historias de mis abuelos a través de estos medios y también mostrar cómo es que nuestro pueblo ha sido dividido, fraccionado y amenazado por intereses extractivos ajenos a la voluntad y necesidades de nuestro pueblo.

Ribaldo Piaguaje durante el primer día de rodaje en las pampas Santacruceñas
Atardecer en la Chiquitanía, el sol en el poniente se difuminaba en los ases del sol el humo

Durante varios meses, escuchamos varias noticias sobre los incendios en la Amazonía, queríamos conocer realmente el problema, escuchar las voces de las comunidades, visitar a las personas afectadas por los incendios y comprender cuales son las causas reales de estos incendios y su magnitud.

II. El Paisaje (Agroindustria)

«El ambiente parecía casi sin vida»

Llegamos a la ciudad de Santa Cruz, una de las puertas de la Amazonía Boliviana y la ciudad más cercana a la zona afectada por los incendios. Salimos por tierra, rumbo a la Chiquitanía y en el camino nos sorprendimos con la cantidad de hectáreas deforestadas por la ganadería, los girasoles y cereales como la soya, el sorgo, el trigo y otros.

El suelo se veía pobre y seco, agrietado, casi no habían plantas, nomás unos pocos árboles aislados que daban unos metros de sombra a la tierra. La temperatura era mucho más alta que en nuestro territorio con poca humedad y casi nada de agua en sus alrededores, sin ríos ni pantanos, casi sin vida.

El suelo estaba, seco y resquebrajado, una sequía terrible se podía percibir en el ambiente
Vista cenital de las haciendas ganaderas de la chiquitanía

Mientras más nos adentrabamos en la región Chiquitana, el cielo azul de Santa Cruz se teñía de gris por el humo y se veían las huellas del paso del fuego a lo largo del camino.

Desde el cerro Chochis, ubicado en el centro geográfico de la Chiquitanía, se podía ver el humo que desenfoca el paisaje

Nos preguntamos ¿cómo es que en un país tan grande como Bolivia, se había logrado acabar con tanto territorio? ¿Por qué se generaban estos incendios, quién los prendía y para qué?

III. Los Fuegos

«El fuego consumió todo ante nuestros ojos»

Luego de viajar unas horas dentro del bosque seco, llegamos en el instante mismo en que un inmenso fuego consumía miles de hectáreas del bosque Chiquitano.

El fuego remontaba hacia el cielo por encima de 6 u 8 metros y sus inmensas columnas de humo eclipsaban al sol.

Con su paso arrasador dejaba animales calcinados, pájaros que huían por bandadas, insectos que trataban de escapar en vano y solo el calor y el humo acompañaban este nuevo ambiente hostil, extremadamente duro y desolador.

En cuestión de horas acabó con todo lo que se encontraba a su alrededor, cientos de años de trabajo paciente de la naturaleza desaparecieron ante nuestros ojos.

Una sensación desesperante, de impotencia, y el claro aprendizaje de que no somos nada frente a la fuerza de la naturaleza. Pero el fuego no lo hizo porque quiso, el fuego no salió de la nada, todos los incendios amazónicos fueron provocados por el hombre, somos nosotros los que estamos acabando con todo.

Elmar, Cacique Mayor de los indígenas chiquitanos del Municipio de Lomerío

En la comunidad de San Agustín, en donde viven nuestros hermanos indígenas chiquitanos, aprendimos cómo los comuneros con sus sencillas herramientas (bombas de fumigación, palos, machetes) estaban hace semanas combatiendo al feroz fuego.

Pueblos indígenas, voluntarios, bomberos y militares se organizan en grupos y se turnan para combatir incendios
Machetes y palos con puntas curvas sirven a los comuneros para apagar los remolinos de fuego
Bomberos indígenas de varias comunidades organizadas para combatir el fuego en sus comunidades, con herramientas simples, casi hechas a mano.

En varios lugares el fuego estaba rodeando sus casas. Vimos mucha preocupación y desesperación en ellos, estaban cansados de trabajar, y la ayuda estatal era escasa.

El esfuerzo de los indígenas era impresionante, caminaban a veces toda la noche dentro del bosque con varios galones de agua a sus espaldas, para apagar los focos de calor haciendo turnos con otros compañeros durante el día.

Los bomberos indígenas y voluntarios se mantenían “boleando” (masticando coca) durante las duras jornadas de trabajo en el monte
En las tiendas locales, se vende coca para el consumo personal. Nuestro equipo de comunicadores aprendió a mambear para mantenerse activo y concentrado durante largas jornadas
Muchos de los voluntarios que conocimos, venían de lugares lejanos de Bolivia y se quedaban por más de dos meses en la zona. Durante estos eventos se registraron varios heridos y asfixiados

Los militares y algunos miembros del municipio y de la defensa civil eran parte del apoyo para controlar los incendios, también voluntarios de todo Bolivia se habían unido para enfrentar al fuego.

IV. Las Cenizas

“Lo que antes había sido bosque ahora solo eran cenizas”

Caminamos varias veces en los lugares por donde ya habían pasado los incendios y encontramos animales calcinados, lo que había sido un bosque solo eran cenizas y troncos carbonizados.

Encontramos una manada de tejones (coatí, nasua nasua) quemados que parecían estar tratando de huir juntos, se sentía el vacío, el olor a carne quemada, era como si nos hubieran arrancado algo de las manos. Nos inundó una mezcla de tristeza, rabia, desesperación.

Una abuela nos contó cómo era su comunidad 20 años atrás, ella nos dijo. “Aquí teníamos muchos animales y aves y en el río abundaban los peces. El bosque ha sido nuestra madre la que nos da alimentos, pero hoy este río se secó, muchos de los animales se han ido y no tenemos agua ni siquiera para beber”.

Panes de yuca y arroz, chicha de yuca y plátano, alimentos que comen nuestros hermanos indígenas de Bolivia y que se preparan de forma parecida a la nuestra

“¿Qué vamos a comer, qué van a comer nuestros hijos mañana y nuestros animales?»

El maíz quemado, nos cuenta la difícil situación por la que atraviesan nuestros hermanos al quedarse sin alimentos

Agustina nos invitó a conocer su chaco (chakra, huerta tradicional) su fuente de alimentos estaba quemada. Café, plátano, yuca, plantas medicinales y otros cultivos habían sido consumidos por el fuego.

Bebedero para el ganado de los comuneros

“El clima se ha cambiado por completo”. Nos decía con lágrimas en sus ojos. Observamos con indignación, cómo hacían un hueco en el suelo y esperaban a ver si salía algo de líquido barroso para sus ganados.

Ganado muerto cerca de la comunidad
Río seco en Chiquitania

Ese mismo día comprendimos lo dura que es la situación para los comuneros indígenas quienes reciben en un pequeño camión 6 litros de agua por familia para toda la semana.

V. Resistencia de Los Pueblos Indígenas

“Los pueblos indígenas quieren que se escuche su voz”

En la mitad de nuestro camino encontramos una movilización indígena que se dirigía hacia Santa Cruz (a cientos de kilómetros). Esta marcha reclamaba el descontento de las políticas del Estado respecto al uso de la tierra, la colonización desmedida, la quema de sus bosques y la expansión de la frontera agrícola y exigía que se declare en estado de emergencia a los territorios ancestrales que estaban siendo afectados por los incendios.

Encontramos en nuestro camino a dirigentes indígenas, familias y simpatizantes que marchaban hacia Santa Cruz por sus justas demandas.

Querían que sus voces sean escuchadas, las voces de los pueblos que están en contra de la explotación y el saqueo de sus territorios por parte de los grandes ganaderos, agroindustriales y madereros.

Los marchantes, descansan en una casa prestada al lado del polvoriento camino luego de varias horas de caminata
Don Miguel de 65 años, participante de la marcha indígena

VI. La Lucha Para Proteger la Amazonía continúa

“Esta batalla aún no se ha perdido”

Luego de este viaje, de esta experiencia nos sentimos realmente preocupados y conmovidos por lo vivido junto a tantas personas. Hoy sabemos que es posible que en el futuro no tendremos agua en la Amazonía si es que no respetamos los derechos de los pueblos indígenas, sus territorios y formas de vida.

Árboles de setenta y cinco y cien años son talados por su madera dura y fina para la exportación en toda la Chiquitanía

Nos da miedo imaginar una amazonía sin agua, sin cultivos propios, sin lluvia, sin animales, sin abundancia, sin vida. Sabemos hoy con más certeza que a pesar de la lejanía de nuestros territorios, tenemos mucho en común y vemos con claridad que los pueblos indígenas siempre fuimos y seremos los guardianes de la madre tierra, a pesar de las dificultades que tengamos que enfrentar.

Debemos tomar conciencia de lo que está en juego, escuchar, comprender y difundir los problemas reales del mundo, para transformar al mundo. Como jóvenes indígenas, pedimos que dejen de destruir la selva, que entiendan finalmente que la vida en el planeta depende en gran parte de la Amazonía y que todos los humanos dependemos de la tierra para vivir sanos, para vivir bien. También pedimos que nuestros hermanos no sean olvidados, pues esta historia apenas comienza y los días que vienen son aún más duros y desconcertantes.

Como pueblos indígenas a nuestros hermanos de Bolivia decimos: “Que siga la lucha, defendamos nuestra selva hasta las últimas consecuencias, aún arriesgando nuestras vidas. Sus abuelos y nuestras abuelas enseñan el camino. Sigamos resistiendo en esta batalla que aún no se ha perdido.”

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